Noche de vino y rosas

Llevaban tiempo dando vueltas a fijar una fecha para celebrar un encuentro que se desmarcase de los habituales entre ellos desde casi dos años atrás.

Todo comenzó con un cursillo de catas de vino repartido en tres tardes para un grupo de quince personas organizado por un aula especializada con la intención de  iniciar a los interesados en el conocimiento y aprendizaje de tan interesante mundo.

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Terminada la primera clase hicieron un breve intercambio de impresiones y charlaron animadamente a las puertas del local. No se dieron cuenta pero pasaron más de treinta minutos hasta que se despidieron para volver a encontrarse en la próxima tarde programada. La segunda cita se desenvolvió en un ambiente mucho más distendido y, a la salida, decidieron marcharse todos juntos a tomar un vino a un sitio cercano. Hablaron y se dieron cuenta de que, casi mayoritariamente, lo que les había impulsado a apuntarse a aquel cursillo, no era sino encontrar una válvula de escape de otros asuntos que quizá necesitaban ser aparcados para mantener un cierto equilibrio emocional.

Lo que iba a ser un vino se convirtió en una improvisada reunión en la que hubo segunda ronda, que terminó entre risas y ganas de volver a reunirse en la tercera y última fase del cursillo.

Gonzalo volvió caminando a su casa pensando que hacía tiempo que no se había reído consiguiendo olvidar por unas horas la tristeza en que vivía sumido desde hacía meses.Paula se subió al taxi pensando en qué habrían cenado sus hijos. Últimamente sólo querían alimentarse a base de pizzas y bollería industrial. Y así había una historia detrás de cada uno de ellos que les esperaba porque la realidad es una.

Algunos se habían ilusionado con aquella tercera clase. Convertidos en unos auténticos maestros amateur (valga la contradicción) de la cata de vinos, salieron juntos a la calle y Gonzalo les dijo que cerca había un nuevo sitio dónde degustar unos buenos caldos y demostrarse a sí mismos que sabían diferenciar variedades sin haber visto la etiqueta de la botella…¡Acertó!

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De aquella noche nació el “Club de los vinólogos”…que habían descubierto que aquello de cultivar una actividad ajena a sus respectivas realidades particulares era una opción interesante y atractiva. Siiiiiiii…“Vinólogos”, mostrando su respeto por toda la cultura que rodea el mundo de la enología.Durante casi dos años se reunían una vez por semana para poner en práctica los conocimientos adquiridos en aquel cursillo y para charlar compartiendo momentos de desconexión. A su vez, se había sumado gente que algunos de ellos incorporaban y lo que comenzó con quince personas…¡ya superaba las treinta!

Gonzalo y Paula se convirtieron en los líderes del grupo sin pretenderlo.Para él supuso un cambio de vida y para ella un soplo de aire fresco en la suya.Cuando cumplieron el primer aniversario de las reuniones de este peculiar club, organizaron una excursión a unas bodegas por iniciativa de una de las integrantes.

Víspera del segundo aniversario….¡llamada de teléfono!

Es Gonzalo…se presenta amablemente y me cuenta de forma breve que quiere celebrar un encuentro diferente. No me ha dado tiempo a tomar datos cuando se apresura a decirme que no sabe por dónde empezar. Lo que sí sabe es que quiere que sea algo distinto y que dispone de un presupuesto ajustado que le hace dudar si va a ser posible llevar a cabo una convocatoria especial…totalmente alejada del año anterior en que les subieron a un autocar, les llevaron a unas bodegas previo pago de la entrada y les entregaron una bolsa con unos productos de merchandising que iban incluidos en el precio. Quiere ser discreto expresándose pero, por el tono, percibo que no se sintió identificado con aquel festival.

Nos citamos al día siguiente para conocernos y, sobre todo, escucharle… Es entonces cuando supe la historia que acabo de relatar que me pareció fundamentalmente divertida.

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Asumí el reto de diseñar el encuentro a pesar de que sabía que no era fácil preparar un evento con las limitaciones que Gonzalo advirtió desde el principio. Si lo hice fue porque no me impuso exigencia alguna sino que buscaba asesoramiento y propuesta acorde con los medios disponibles. Las limitaciones de presupuesto venían marcadas por el comprensible hecho de adaptarse a las posibilidades económicas de cada uno de los asistentes que, previamente, iban a abonar su parte correspondiente.

Ante la pregunta de cuántos asistentes serían para el día D me respondió…ciento veinte, porque el que no lleva a su mujer lleva a su novio, o a su amiga, o a sus hijos, etc…y de los más de treinta que eran…prácticamente todos tenían tres o cuatro candidatos  dispuestos a  sumarse a la cita.Nos despedimos con mi compromiso de enviarle la mejor opción posible en los siguientes siete días.

Cinco días más tarde le llame por teléfono para decirle : “Gonzalo…creo que te va a gustar la idea…voy a crear una noche de ¡vino y rosas!”. Sería un jueves a las nueve de la noche.

Le propuse que se olvidase de una cena formal, invitándole a que pensara en una velada basada en la estimulación de los sentidos sin olvidar por supuesto el eje central y nexo de unión de todos ellos: el vino. La respuesta fue una risotada de sorpresa acompañada de un tajante: ¡¡¡Manos a la obra Felipe!!!

VINO Y ROSAS 2Lo había tenido claro desde el momento en que supe el perfil de los asistentes y el concepto de reunión que quería poner en marcha. Visité un local en pleno Madrid de los Austrias cuya planta baja conserva las bodegas auténticas, dos galerías con bóvedas y arcadas de ladrillo visto que, antiguamente, formaban parte de los pasadizos que recorrían la Villa y Corte.

Los dueños no utilizaban esta zona sino la planta de calle dónde habían instalado una coctelería de diseño vanguardista. La zona de abajo me fascinó. Estaba en perfecto estado pues, hasta hacía quince años, fue desde los años sesenta un tablao flamenco clandestino por dónde habían pasado desde jefes de Estado hasta artistas del celuloide buscando privacidad y diversión.Piedra, ladrillo visto y barro cocido en el suelo. La iluminación era aceptable, a base de focos a media pared proyectando la luz hacia arriba. Había que complementarla para sacar más partido a la estancia y estructurar el espacio.

Macetas con antorchas clavadas en la tierra que, a su vez quedaría cubierta por pétalos de rosa , colocadas en las esquinas.Mesas altas vestidas de blanco hasta el suelo con una bandejita de vidrio, a modo de centro, adornada con virutas de corcho de botella de vino y en medio una vela encendida. Taburetes altos para los más estáticos.

Cuatro barras para el servicio exclusivo de vinos blanco y tinto decoradas con decantadores rellenos de pétalos de rosa.Para los escasos no bebedores de vino (véase alguno de los acompañantes de los miembros del club) se dispuso un buffet de aguas minerales y otro con tres barreños de zinc cuajados de botellines de cerveza entre hielo picado.

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Había que maridar el vino con lo que mejor consideré en base al presupuesto disponible y , aún hoy, considero que no podía haber elegido mejor maridaje.

Constante paso de camareros con inmensos tablones de madera de distintas variedades de quesos españoles a modo de bodegón coronadas por tubos repletos de grissini.Igualmente otros portaban bandejones redondos con lascas de jamón y lomo ibérico, acompañados de regañás jerezanas…¡me gustan tanto!

De fondo una tenue y muy agradable música de guitarra animando el ambiente.

En el vacío y pequeño escenario había que hacer algo y coloqué dos maniquíes negros de madera simétricos. Uno de ellos cubierto por una capa española y el otro por una seda rosa con estampados grises a modo de manton gentileza de la firma Loewe. El suelo alfombrado de pétalos y en los extremos dos macetones con antorchas cómo los que he citado anteriormente.

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De haber vivido Luis Candelas, le hubiese pedido que viniera a darse una vuelta…

Entre hora y media y dos horas estuvieron jugando a realizar catas cómo las que aprendieron en aquel curso que les había reunido en su momento.                                                                                                                                                     ¡Ya lo creo que cataron!

Los cuartos de baño estaban conservados de manera óptima pero les faltaba un aire para entonarlos con el resto del panorama estético. Postales de Madrid en blanco y negro decorando las paredes…¡rememorando la época gloriosa de aquel lugar!Durante toda la tarde previa quemé aceite de rosa de Bulgaria en cada uno de ellos y coloqué un velador en el femenino con unos pulverizadores de agua de rosa de Bulgaria igualmente.Debió resultar atrayente porque las visitas al “semitocador” aumentaron a juzgar por el agradabilísimo perfume que desprendían las señoras. No pienso hacer mucha publicidad sobre la rosa de Bulgaria porque no tengo arte ni parte en esas lides, pero ciertamente el olor es muy sutil y agradable lejos de resultar cargante o empalagoso cómo ocurre con otras fragancias de rosas.

Para neutralizar sabores antes de la despedida…sorbete de mandarina con unas gotitas de ron de caña y mini cucuruchos con perlitas de chocolate blanco. El postre me lo inventé casi en el último momento porque no tenía más recursos y…¡triunfó!

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Una de las iglesias cercanas esta a punto de anunciar la medianoche.                                                                                         Gracias Gonzalo…por confiar en mí en aquel momento.

Hay un montón de ideas aún por hacer realidad…la vida no es un camino de vino y rosas pero aquella noche de reunión lo fue o, al menos, lo intenté.

Esa intención es la de Chapó.

 

¡Hasta pronto!

 

10 Comentarios

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10 Responses to Noche de vino y rosas

  1. Nuria

    Felipe, escribes y describes tan bien cada evento que podrías escribir un libro…lo has pensado?
    Maravilloso….

    • felipe

      Muchas gracias
      Escribir un libro son palabras mayores pero a veces he pensado en esa posibilidad para compartir un montón de anécdotas y vivencias…
      Aunque yo no soy escritor
      Es un orgullo saberte fiel a la cita del lunes

  2. Me parece una fiesta muy original.
    Tienes ideas muy buenas.
    ¡ Enhorabuena !

  3. Lorenzo del Valle

    ¡Al detalle Felipe!

  4. tizziana

    Un placer leerte. De acuerdo totalmente con Nuria, tienes aptitudes más que probadas para escribir un fantástico libro de desconocidas anécdotas en las que destacaría, importantisimo, tu toque elegante y personal.
    Felipe, espero los lunes con verdadero interés, como el que deja un libro a medio leer en el capítulo más intereresante. Continuará… confío.
    Como escribí antes, un auténtico placer

    • felipe

      Siempre gracias.
      Tengo una biblioteca en la cabeza con un montón de experiencias que, en ocasiones,reorganizo para no perder la cuenta.
      Lo que es una gozada es saber que cuento con tu cita fiel cada semana.
      ¡¡¡Te espero!!!

  5. Fernando

    Resultó un buen maridaje el de los vinólogos con tu esquema de propuesta
    ¡Ha sido muy interesante este artículo!

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