Es estupendo comprobar la cantidad de posibilidades que nos ofrecen los avances tecnológicos, fundamentalmente cuando llegan al alcance del ciudadano de a pie. Imaginemos lo que tuvo que suponer la llegada de la luz eléctrica a las viviendas del gran montante de la población, pues ese es el verdadero logro después de haberse inagurado en palacios y edificios oficiales. Exactamente igual ocurrió con la generalización de algo tan sorprendente en su momento como el teléfono y otros muchos ejemplos (los frigoríficos, los aparatos de radio, las cocinas de gas, las lavadoras automáticas, los televisores…).
Yo pertenezco a la generación del confort, dónde en casa de mis padres crecí con la comodidad de la calefacción y el aire acondicionado centrales, el agua caliente siempre a tono en pleno invierno, el televisor Sony Trinitron y el primero que llegó a clase pudiendo decir que la noche anterior había estrenado un vídeo VHS para ver una película como si estuviese en un cine. En la cocina un despliegue de horno microondas con grill, sandwichera, thermomix, cafetera express profesional, lavavajillas, sartenes antiadherentes,etc…
Estoy a favor de la evolución y de la llegada de nuevas opciones que nos faciliten según qué tareas o nos descubran nuevas comodidades pero…¡STOP!… sin olvidar que somos seres racionales y vivimos en sociedad. Podemos decidir de qué manera valernos de las nuevas posibilidades y utilizarlas en nuestro beneficio siempre en la medida adecuada y sin olvidar que, quien inventa y vende, no es lo suficientemente importante como para manipular nuestra vida y el modo en que desarrollamos nuestro día a día. Esta es la clave. Paremos a reflexionar si estamos utilizando bien la cantidad de adelantos que nos invaden a una velocidad extrema o…¿nos están utilizando ellos a nosotros para convertirnos en seres casi irracionales y asombrosamente manipulables?.
Internet ha sido, desde mi punto de vista, la gran revolución de los últimos tiempos. Es magnífico el inmenso abanico de posibilidades que tenemos a nuestro alcance a través de esta herramienta que, a día de hoy, forma parte de nuestra vida casi de manera inevitable. Ahora bien, como ocurre con el resto de apariciones estelares en nuestra vida, Internet no es la última Coca Cola del desierto y es perfecto que hagamos uso pero no abuso. Cuando llegó la luz eléctrica a los hogares en masa no se trataba de tener las luces encendidas las 24 horas del día ni de cerrar ventanas y contraventanas para vivir permanentemente bajo la luz artificial. Yo no dejé de ir al cine con la llegada del vídeo a la casa familiar y así hay un extenso etcétera de ejemplos.
Me aterra comprobar que hay personas que viven literalmente enganchadas a la red y esa es su nueva manera de entender la vida o, a lo peor, es la única… pues se trata de adolescentes que no han conocido otra. Se criaron pegados a pespunte a Play Station y ahora su ventana al mundo exterior es a través de un ordenador personal o un teléfono con conexión a Internet. Las respuestas a todas sus preguntas las intentan encontrar en la red, han hecho de las redes sociales su forma de relacionarse con sus semejantes y la conexión alarmante a WhatsApp cómo forma de comunicación es preocupante. Quizá lo peor es que esta situación no es únicamente achacable a la población más joven sino que se esta generalizando a pasos agigantados entre otras “víctimas” voluntarias con más edad y criterio.
Me encanta Internet…y, salvo si estoy de vacaciones, suelo hacer uso diario pues me ofrece la posibilidad de agilizar trámites o tener acceso a información útil o interesante casi en directo. Sobre todo, para lo que más lo utilizo es para documentarme sobre historia contemporánea como complemento a la lectura de libros y para poder tirar de archivo y disfrutar de reportajes, series de televisión no actuales o documentos de archivo que tanto me entretienen. En algunas ocasiones he realizado alguna compra interesante y es muy cómodo para otros muchos temas…¡Bravo!. El correo electrónico es casi fundamental para mi trabajo y soy seguidor de algunos blogs que visito con frecuencia pues los considero unos canales de comunicación verdaderamente interesantes.
Pero Internet no va en detrimento de una de mis grandes pasiones, que es la radio. Tampoco he abandonado la lectura (de libros de papel) ni el ejercicio al aire libre por la sala de un gimnasio de última generación donde una cantante extranjera que asegura que España huele a ajo insulta y falta al respeto a una actriz del panorama patrio que se toma el incidente con inteligente sentido del humor mientras se entrega al Fitness enfundada en el último grito en ropa deportiva.
A lo que me resisto con verdadera fuerza es a abandonar el tú a tú, la conversación, la relación presencial…que es la única relación real. Estamos detrás de nosotros mismos y no de los diferentes canales que nos ofrece la tecnología. Hagamos uso de ellos como complemento pero nunca como sustitutivo…¡S.O.S.!
WhatsApp merece atención especial al respecto. Es una herramienta de comunicación rápida y útil con la cual estoy absolutamente a favor…¡A favor de que se utilice convenientemente y con mesura como debe ocurrir con el resto de herramientas de comunicación!…¿Acaso todas ellas son válidas al mismo efecto y se anulan entre sí?…
Yo he crecido en una sociedad en la que básicamente te comunicabas hablando con tus familiares, con tus profesores, con tus compañeros de clase, con tus amigos o con quienes atendían cualquier servicio público. El teléfono lo utilizábamos para dar un recado, para quedar o para hablar con alguien a quien la distancia no nos permitía hacerlo de manera presencial. Este último supuesto solía tener un sabor agridulce pues verdaderamente echábamos de menos poder tener contacto real y la vía telefónica sustituía a las cartas, que era el medio utilizado en estos casos por generaciones anteriores.
De hecho recuerdo cuantas veces nos reíamos en el colegio los compañeros de clase porque nuestros padres nos repetían constantemente que el teléfono estaba para quedar en verse y no para contarse setenta batallas.
Ahora la excepción es comunicarse cara a cara. En ocasiones incluso hablamos vía telefónica (lo cual a algunos les parece un auténtico acto de entrega digno de infinito agradecimiento) y hasta el correo electrónico ha quedado prácticamente aparcado para asuntos profesionales o meramente formales. Es la era de WhatsApp. Te guste o no…Intercambio continuo de mensajes escritos, fotografías, vídeos y emoticonos con los que me temo que hay un montante preocupantemente amplio de la población que se siente en comunicación con el resto de terrícolas. Es muy frecuente escuchar que fulanito esta en permanente contacto con menganito y que ambos están al día de sus vidas y novedades. Incluso hasta se permiten la licencia de apreciar que el uno hoy parece que esta más bajo de ánimo o el otro más contento o sonriente. ¡Alucinante señores!…Sin verse ni escucharse…
Cuando la distancia geográfica impide tener contacto real hay que valerse de los medios que buenamente tenga uno para mantener contacto. Si tienes a un familiar en Australia seguramente el teléfono es un medio al alcance de pocos bolsillos para hablar con asiduidad. Gracias a la tecnología podemos establecer videoconferencias vía Internet que permiten comunicarse escuchando voz y apreciando imagen. En muchas ocasiones me enternece pensar en lo duro que debe ser el momento de la desconexión y lo que darían por verse y compartir el mismo espacio.
Lo peor es que, viviendo en el mismo país, en poblaciones cercanas o incluso en la misma ciudad…se esta perdiendo la comunicación real. Esto ocurre hasta en el ámbito familiar…¡Socorro!
Cada vez esta más extendida la imagen de un grupo de personas en torno a una mesa o la barra de un bar que permanecen en silencio y con un teléfono en la mano. A pesar de estar juntos tan sólo comparten espacio físico pues están inmersos en alguna de las funciones disponibles: atendiendo los mensajes de los diferentes contactos de la aplicación WhatsApp (y si no han recibido mensaje alguno ya se encargan ellos de lanzar unos cuantos a modo de alma abandonada por la comunidad), rastreando a todo bicho viviente expuesto voluntariamente en alguna red social o revisando correo electrónico. Mucho cuidado con preguntar algo o plantear una duda porque, casi con total seguridad, alguno de los presentes accederá a Internet sin levantar la vista de la pantalla de su teléfono para encontrar respuesta en algún buscador de cabecera. También cabe la posibilidad de que otro comience a estar incómodo por el bajo nivel de su batería o porque sus misivas no son respondidas con la celeridad que le gustaría.
En los adolescentes es terrorífico comprobar como apenas se despegan del teléfono. Van por la calle caminando sin mirar más que a la pantalla de su terminal. En las puertas de los colegios y universidades se ven grupos que intercambian vocablos o sonrisas provocados por la reacción de una foto recibida en ese instante o un mensaje llamativo…¿Son conscientes de lo que hacen?
Apuesto por la COMPATIBILIDAD.
Si nos importa el estado de ánimo de alguien o queremos estar en contacto con los nuestros, hay que ver los ojos del otro y su expresión o el tono de su voz. No olvidemos que somos seres nacidos para vivir en sociedad y la comunicación es fundamental. Cada una de las vías es perfectamente válida para según qué momento, siempre sin invadirse el terreno entre sí. No vale la demagogia de salir al paso con frases hechas del tipo “hoy en día todo es diferente”, “hay que estar a la última”, “es lo que hay”…Por supuesto que no vamos a estar todos los días viendo a todos nuestros cercanos (véase relaciones sociales o conocidos), ni vamos a pasarnos la vida haciendo llamadas telefónicas. Dejando aparte extremismos innecesarios que no alcanzan la categoría ni de lamentable excusa, ¿podemos pasarnos el día revisando un terminal telefónico-informático para comprobar si hemos recibido mensajes o escribiendo compulsivamente casi de manera autómata?.
El avance es siempre positivo y nosotros somos personas, no robots, por lo que tenemos la capacidad para discernir y decidir en qué medida nos valemos del progreso en nuestro beneficio. Utilicemos todos los medios que están a nuestro alcance convirtiéndolos en aliados, sin abandonar las costumbres y usos que hasta ahora han cumplido una función válida y totalmente compatible con las nuevas posibilidades. Conversemos y mantengamos la costumbre de vernos, hablemos por teléfono, escribamos líneas de correo electrónico, enviemos mensajes tipo WhatsApp cuando proceda o hagamos uso responsable de las redes sociales (que buena falta le hace a la sociedad plantearse seriamente este último aspecto),etc…No se trata de sustituir hábitos sino de enriquecerlos.
¡Hasta pronto!
Lo más horrible es cuando te preguntan por tu salud en un WhatsApp.
O te invitan a una celebración.
Y un largo etcétera…
Considero que ABUSO
La tuya es una reflexión verdaderamente inteligente y seria.
Es un asunto alarmante.
Toma nota.
Gracias Lorenzo
Voto por el uso frente al abuso
Como siempre desde que descubrí tu blog te felicito por tu elegancia a la hora de tratar cualquier tema,mezclada con un humor fino y sutil.
Siempre recomiendo la lectura de tus entradas
Gracias Tacho
Vosotros sois parte fundamental del blog
¡Bienvenido siempre!
Durante estas vacaciones de verano he sido consciente del abuso que hago de los dichosos mensajes y de la tiranía de una red social a la que ya no pertenezco desde final de agosto.
Quiero volver a hacer uso.
¡Chapó Felipe!
Es muy interesante tu comentario.
Tú decides abandonar el abuso en favor del uso.
¡Enhorabuena Amalia!
Muy buen artículo del blog…. Serio y bien estructurado
¡Estoy completamente de acuerdo!
Considero importante plantearse que lo que nos diferencia de un robot es que somos racionales,pensamos,sentimos,decidimos…¡Controlemos la tecnología antes de que ella maneje nuestra vida!
Apuesto por valernos de los avances en nuestro beneficio.Con mesura.
Muchas gracias Nuria